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Foto: L. R. Llagostera |
http://blogs.hoy.es/aullido/
Resulta difícil hablar o escribir
sobre Juanse Chacón, teniendo en
cuenta que además de ser coautor de este
volumen, es también uno de mis amigos más queridos.
Desde la primera adolescencia hemos ido compartiendo lecturas, sueños, viajes, confidencias. Los libros de mi madre y los de su hermano, la ilusión por vivir de una forma plena e irreverente, un viejo Seat Panda como máxima garantía de confort, atardeceres sin luna en los litorales más sórdidos de la poesía infame…
Juntos, hemos sucumbido a la vida errática del
vago, al romanticismo anacrónico de quienes persiguen las cosas bellas, nos
hemos ido metiendo poco a poco en el nicho este de la literatura, y me temo,
que una vez dentro, de aquí no se sale ni a ostias.
Así que sin retorno, sin posibilidad alguna de
hacer un interruptus, ya no nos queda otra que sentarnos a ver venir los
torpedos del infortunio, o tal vez con suerte –con mucha, muchísima suerte- acertar
con ese algo que hace que se fijen en uno, de entre toda esa cantidad de poetas
por metro cuadrado que habita en los lugares más insospechados de la cultura.
Como podrán suponer, los versos de Juanse no me son ajenos. Conocí algunos de los poemas de esta antología cuando aun eran bosquejos, reflexiones compartidas, o pequeños epigramas escritos a vuela pluma en cuadernos indeterminados. Los he visto afilarse, crecer con el tiempo, expandirse o contraerse hasta tomar su forma definitiva. Los he visto brotar de la emoción más pura y vívida del poeta, y tal vez sea por esto, que un análisis formal de los mismos, me resulte tan frívolo como innecesario.
Sí diré, que si uno de los principales
atributos de la poesía de Juanse, es sin duda la ternura que derrama, la gran
afección que consigue trasmitir con cada verso - cosa que en seguida podréis
notar aquellos que os adentréis en las páginas correspondientes del libro-, no
en menor medida, lo es también el componente “mágico” que le otorga.
La convicción que se traduce en los versos del autor, de que ésta, la poesía, forma parte
de un estadio superior de la existencia, y entregarse a su actividad, suponga
una especia de culto a un ente gramatical que lo protegiera frente al dolor
inaceptable, frente a la sucesión rutilante de los días:
“No le hace falta el agujón al escorpión
el cuello a la jirafa
la venganza al perro lastimado.
He dicho que no hace falta moverse de aquí
para saber que detrás de la luna
habrá una leyenda inexplicable”. 1
Ó en este otro:
“La poesía, grandiosa alabanza a la vida
no se deja llevar por fanáticos
ciegos de espíritu,
viene resonando desde siglos
atrás
aunque la callen, mancillen e
ignoren.
Persistirá el poeta en su vital periplo
y ella reaparecerá dónde menos
la esperen.” 2
Es alrededor de estas cuestiones cuando los
versos muestran su mayor grado de rotundidad y precisión. El rechazo a la
realidad inmediata se hace más brusco y evidente, hasta tornarse casi en
desafío, en una amenazante pataleta impúdica:
“Sobreviví a los ataques de pánico
a los cadáveres peinados con la raya el medio
a las escaleras siniestras del narcotráfico de carne
y aunque ya todo lo cubre el futuro
siempre te despido sabiendo
que puede ser lo último que haga.”3
Otro de los aspectos de la poesía de Juanse que no escapa a mi atención, es
la suave musicalidad que logra en las estrofas, bien mediante la sonoridad de
las palabras finales, o bien pareciera que bajo la apariencia del verso libre,
se ocultan medidos, versos blancos irregulares.
Pero dejando a un lado los aspectos formales, y para terminar, les confesaré que el poema que yo no me canso de leer y releer, el que a mi más me gusta escucharle de viva voz, porque Juan Sebastián, además, es un gran declamador, es el que ha titulado como “Amelia”. Quizás no sea el mejor, ni el más logrado, pero es el que a mí remueve los adentros, seguramente porque la mistad que le profeso, se antepone con mucho a cualquier criterio objetivo. Disfruten de su lectura, y espero sepan captar, aunque sea una pequeña parte, de la gran emoción con la que fueron concebidos estos versos.
AMELIA4
Ella miraba todas mis
costuras
me levantaba el
cuello de la camisa
y en un pañuelo la
lágrima empapaba la seda.
Yo jugaba esquinado
en la cocina
atento al movimiento
de cuerdas del patio
mientras ella
cocinaba en su mundo de canciones
y yo ingeniaba
diversas piruetas.
En la noche más
oscura llegó la tristeza
se le empañaron las
gafas
y se despidió a su
manera
como se despiden las
aves que no van a volver
como el sonido de
barcos y trenes
que no llevan
recorrido de vuelta.
A partir de ese
momento
la casa sin alma
el andar por andar
buscando nada
los besos que nunca
serán los de mi madre.
Han pasado ocho años
y sigo igual de perdido
no me estremece nadie
y quisiera al menos
llorar.
Muchos lunes empiezo
de nuevo
pero el martes doblo
la cabeza
y los miércoles sólo
sabe Dios donde me meto.
Juré infinitas veces
cambiar
entré en iglesias por
su silencio
enfrente de los
madres me suicidé
y ahora en este bar
estoy pensando
que me tenía que
haber ido con ella
donde naufragan todos
esos barcos
donde se pierden
todos los trenes
y donde quizás los
dos
volvamos a aquella
cocina.
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- Extracto del poema “Hasta pronto” pág. 44-45
- Extracto del poema “Vital periplo” pág.
- Extracto del poema “Hasta pronto” pág. 44-45
- “Amelia” pág. 37.
Asiento con todo mi hermano silencio...las gafas del alma se empañan al vivirme en los versos ajenos del que yo llamo con cariño salvajito...acabo de descubrirte, Juanse...gracias Julián por ofrecerme así a mi hermano, a mi madre, a mí mismo...
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